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Entrevista: “Lo que filmo viene de estar vivo”

2 de junio de 2024

Foto: Monserrat Castañeda

«Lo que filmo viene de estar vivo»

Por: Roxana Rodríguez Tamayo

 

La película La mujer salvaje dará de qué hablar durante largo tiempo. Su acercamiento crítico a la violencia y la marginalidad, desde códigos narrativos diferentes, marca un punto de inflexión totalmente desacostumbrado en el cine nacional e incluso, entre las nuevas hornadas de cineastas.

Tras un fructífero periplo por prestigiosos festivales internacionales, y galardonada en algunos de ellos, esta cinta del realizador y guionista cubano Alan González se presenta ahora mismo en diferentes cines de la Isla, donde continúa cautivando a los públicos por su capacidad de develar la fragilidad humana desde múltiples aristas y sin enjuiciar, descalificar ni reprobar.

Sobre el largometraje, devenido crónica desgarradora de las consecuencias del machismo y la violencia en la Cuba de hoy, conversamos con un acucioso observador de la realidad: su creador, Alan González.

– El filme aborda la violencia de manera descarnada, pero no explícitamente ¿Cómo explicas que todo el tiempo la historia transcurre hacia el acto de amor que es en sí buscar a un hijo?

“La violencia es un fenómeno con el que tenemos una relación muy cercana, aunque esté ocurriendo en otro lugar. Es lo que sentimos muchas veces con la guerra; todo el tiempo, en cualquier momento, sabemos que está siendo vivida en paralelo.

“Cuando vivimos la violencia, pensamos en otras violencias que supuestamente son peores, incluso, seguramente lo son. La violencia para mí siempre es algo referido que genera miedo y morbo; no tenemos tiempo para pensarla, no tenemos tiempo para evaluarnos en ese proceso, en esa vivencia.

“Por eso para mí era importante contar esta película sobre las violencias que vivimos en Cuba, donde comúnmente predominan las de la mirada, las de la palabra y por supuesto, la institucional.

“Estas violencias tienen una particularidad en Cuba, quizá con respecto a otros lugares, por una cuestión cultural, de la caribeñidad y por supuesto, por una cuestión económica relacionada con el subdesarrollo. Son puntos con los que vamos a tener contacto con violencias que pudieran existir en otros países.

“Pero esta violencia, la cubana, también como las demás, se siente cerca y no se evalúa mientras la vivimos y por eso, quería contar esta película donde el hecho violento estuviera referido, o sea, se estuvieran viendo las consecuencias de un suceso atroz y emergiera en pequeños signos la información de lo ocurrido, un poco para jugar a construir el morbo en el espectador, el mismo con el que muchas veces asistimos a la fragilidad del otro.

“En el mundo en que vivimos muchas veces buscamos inconscientemente mitigar nuestras desgracias, a partir de observar o generar la desgracia ajena. Es un fenómeno muy triste que se ha estudiado poco, me parece que hay algo en las sociedades que no hemos construido y está haciendo que funcione así.

“Quería contar una película donde se sintiera la violencia presente y fuera áspera, pero no aprovecharme de ella, no espectacularizarla, lo cual probablemente termina construyendo una obra más dura en sí, porque la violencia es espectacular. Es un hecho que convoca a la acción física, convoca al grito; y las violencias de la palabra, de la mirada – las más sutiles – también pueden ser muy hostiles, muy duras y afectan tanto como las demás, porque funcionan por sumatoria.

“Me parecía importante construir a esta mujer imperfecta en esa sociedad violenta y hostil. Esta mujer que responde con la misma violencia y la misma hostilidad con la que es tratada; de manera que no sabemos dónde empieza la violencia.

“Para mí es una cuestión de funcionamiento, de arquitectura de la sociedad. Me parecía que trabajar con el objetivo de la mujer salvaje, desde el hecho de encontrar a su hijo, era casi suficiente para llegar a comprenderla o para provocar una comprensión del espectador sobre ella a pesar de su imperfección.

“Tenemos un personaje complejo que no opera desde los resortes típicos de la construcción narrativa que normalmente funcionan para contar una historia, a partir de la generación de la empatía en los primeros tiempos de metraje. Quería viajar a la construcción de esa empatía y el solo hecho de que una madre estuviera buscando a su hijo, aunque no tuviera claro para qué, para dónde iría; aunque no tuviera claro si lo merece, si no lo merece; aunque lo hubiera hecho más o menos bien, me parecía suficiente. Debe haber pocos objetivos más hermosos en la vida que encontrar a un hijo cuando no lo tenemos al lado”.

– Apenas se advierten zonas hermosas de la ciudad. Nunca se ve el mar ni el Malecón, no hay contrastes entre esa Habana profunda y la de postal como ocurre en la obra de otros cineastas, incluso, nuevos realizadores. ¿Cómo modelaste el concepto de plasmar esa Habana, sin dejar de contar una historia que en el plano secuencia del final se percibe optimista?

“Queríamos construir un viaje de Yolanda (Lola Amores) desde una de las zonas más marginalizadas de la ciudad hacia aquellas usualmente más representadas en el cine cubano, donde los realizadores se han desarrollado más, digamos, las más turísticas y desde donde se nos ha construido la imagen de lo que es La Habana, de lo que es la ciudad y, por ende, de lo que es Cuba.

“Una parte importante de nuestro trabajo como generadores de imágenes, de historias y de sonidos, es ofrecer a las personas la oportunidad de apreciar algo que no ven o no quieren ver. La tendencia natural del ser humano es construir un discurso a su favor, incluso, cuando las noticias tratan, a veces, de contarte lo feo que está el mundo o lo que no funciona bien en él. De todas maneras, es una construcción que favorece al emisor y a mí me interesaba más trabajar con esta idea de prestar oídos en lugar de dar voz, o sea, no puedo dar voz a las personas desfavorecidas; en la medida en que les doy voz no los estoy dejando hablar. Mi tarea es observar y desespectacularizar.

“Es verdad que el cine es espectáculo también, pero en la medida en que uno borra ciertas leyes de la enunciación, ciertos discursos, ciertas necesidades como autores o como narradores, estamos más cerca de contar al otro y esa es una responsabilidad que tenemos. En esa necesidad encontramos estos espacios mucho menos representados en la cinematografía nacional y decidimos partir de ellos hacia los demás para construir el contraste que la película muestra, aunque no didácticamente, hay un viaje progresivo: terminamos en la zona más representada, pero ella viene desde otro lugar.

“Y no mostramos el Malecón. Mostrar el agua, el mar, le ofrecería al personaje un descanso, un respiro que no tiene, y asocio el Malecón, el mar, con una zona de límite y este es un personaje que ni siquiera -tristemente- no estamos mostrando el límite al que pueda llegar, podrá vivir situaciones peores a esta y su hijo, también.

“Como cineastas tenemos la comodidad de presentar los lugares que los demás quieren ver, donde se van a sentir inteligentes al reconocerlos, tanto dentro como fuera de Cuba. Por otra parte, actualmente siento que mostrar zonas bellas en Cuba probablemente sea un ejercicio más difícil que revelar los feos; además, no estaba en nuestro primer lugar de prioridades presentar esos espacios; para mí son un contexto, me importaba mucho más el personaje. Me interesa mucho más trabajar desde los personajes y desde la mirada de ellos ante una situación límite”.

– Tu obra se enfoca hacia el cine autoral y definitivamente, es muy antropológica. ¿Crees que a partir de esta película se defina o redefina tu estética?

“Cada película te marca como autor. Cuando filmas, obviamente, piensas en otras obras que has filmado, aprendizajes de otras experiencias cinematográficas propias, como también piensas en tus referentes contextuales, cinematográficos, pictóricos a nivel mundial. En realidad, como mismo existe la frase de que los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres, el cine se parece más a nuestro tiempo que a nosotros mismos y a nuestros referentes.

“No creo que La mujer salvaje redireccione alguna búsqueda estética como autor, porque es resultado de un proceso y, además, a mí no me gusta repetirme. Claro, hay algunos puntos en contacto entre algunas obras, cortos que he hecho, aunque trato de ponerme retos. Me parece importante el vértigo de saber cómo vas a lograr ciertas cosas y el vértigo de decidirme a mirar algo que no he mirado antes y explorar, pienso mucho en la palabra ‘explorar’, y en el concepto de estar vivo.

“Cuando yo voy a filmar, voy a estar vivo, voy a estar atento a lo que es la vida, a lo que me regalan los actores, las situaciones y así mismo permanezco alerta a ¿qué es lo que nos está pasando? ¿de qué manera nos estamos mirando? ¿por qué nos estamos peleando entre nosotros? ¿quién nos está poniendo a pelear? ¿y por qué? ¿por qué nos declaramos enemigos? ¿por qué juzgamos? ¿Por qué rechazamos? Para mí lo que filmo viene de estar vivo y de estar mirando, miro mucho más a mi alrededor de lo que he filmado e incluso, me nutro más de ‘mi alrededor’ que del cine que me rodea”.