En la primera mitad de 2016, la Cinemateca de Cuba ha contado con dos lujosos hitos, fruto de su colaboración con la EICTV y la Maestría en Cine Ensayo que se desarrolló durante todo el semestre.
En enero, Abbas Kiarostami compartió una noche con el público asistente al cine 23 y 12, donde se proyectó ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987). En julio, la multipremiada realizadora japonesa Naomi Kawase, como suerte de lujoso epílogo de la referida maestría, presentó El bosque del luto (2007), Gran Premio del Jurado de Cannes, y departió posteriormente con los asistentes a la sala.
Shigeki (Shigeki Uda), un anciano viudo con Alzheimer y Machiko (Machiko Ono), una trabajadora social del asilo donde este pernocta, aquejada por la pérdida de un pequeño hijo, se unen en una odisea secreta por un tupido bosque, donde exorcizan sufrimientos y evocan a sus respectivos muertos.
El diálogo y la empatía emanan desde la casi completamente silenciosa solidaridad que despliegan en la brega por la supervivencia en un contexto abrumador y casi monstruoso. Así de intenso lo buscó representar la cámara de Hideyo Nakano, a partir de las concepciones de la Kawase, según esta comentó a los presentes en el lunetario del 23 y 12. Recuerda a la “selva oscura” donde Dante se introdujo al inicio de su Divina Comedia.
Al final de la cinta, la realización de cada uno, más que arribar, los embarga en un silencioso y casi calmo paroxismo (valga la contradicción de términos). Shigeki se “une” a su perdida Mako, y Machiko se purifica en el fuego de sus lágrimas y sufrimiento.
Introducida por Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba —otrora al frente de la Mediateca de la Escuela por casi dos décadas—, como una “ilustre desconocida” para los públicos cubanos mayoritarios, que no para los cinéfilos consagrados, la Kawase comentó las implicaciones íntimas que la cinta de marras tiene. Explicó que la filmó a mediados de 2006, en un momento en que su propia madre padecía de Alzheimer, y la comunicación con ella experimentó variaciones sensibles, y su hijo contaba con apenas dos años.
Buscó discursar sobre el entendimiento con realidades y percepciones diferentes de una norma que relega a quienes remontan sendas divergentes de los comunes códigos de comunicación y comprensión del mundo. Trabajó mayormente con actores no profesionales, incluido el propio Shigeki, y sus compañeros de asilo.