Mark Berger: una historia que se escucha

Por Nelson González Breijo

Cuatro premios Oscar y filmes como El padrino II, Apocalipsis Now, Amadeus y El paciente inglés hacen parte de la reputación que precede a Mark Berger, sonidista de cine nacido al sur de California.

Por los años, o tal vez porque le viene desde la cuna, resulta fácil para Berger convertir todo su universo en representaciones sonoras. Así lo percibí recientemente, cuando visitó Cuba invitado por la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños.

Nuestra conversación inició por la época en que la televisión aún no llegaba a su casa, en una de las tantas noches en que se fue a la cama para encontrar, en lugar del sueño, su puerta de acceso a todos los mundos imaginables. Solo tenía que afinar el oído y, al modo de quien adivina la combinación de una antigua cerradura, dar vueltas al dial de su propia radio.

“Mi historia comenzó por esa pasión, siempre disfruté más escuchar que ver. La radio te permite formar imágenes que responden solamente a los sonidos, y esa habilidad es esencial en mi trabajo”.

Dicen que hubo mucho de azar en su formación como sonidista…

Estudiaba sicología experimental en la Universidad de Berkeley, California, siempre digo que me dedicaba a abrir celebros de ratones.

Allí participé, por casualidad, en la realización de unos documentales para radio sobre los esfuerzos contra la guerra en Vietnam y el novio de la mujer con quien los hice era editor de películas.

Por él conseguí un trabajo en el sur de los Estados Unidos que trataba sobre los derechos civiles de los trabajadores. Fuimos a Nueva Orleans y estuvimos allá cerca de nueve meses haciendo el filme. Y luego lo mostramos en Nueva York en busca de fondos para aquella gente afectada.

Al regresar a la universidad, me di cuenta de que aquella experiencia me resultaba mucho más interesante que los estudios académicos y de repente encontré trabajo grabando sonido para un documental sobre los programas de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos.

Visité once países en siete días, grabando, filmando… ¿qué podía ser mejor?

¿Cómo llega a su primer largometraje?

Estuve presentando una película sobre California en la sala de Francis F. Coppola. Allí había un tipo mirando desde la puerta y luego de la proyección me sorprendió: “Tengo un trabajo en el que tal vez te interese ayudarme”. Aquel hombre era Walter Murch, el editor de Coppola, el proyecto era La conversación.

Por supuesto que acepté, pero luego la película se pospuso varias veces y cuando finalmente se filmó yo estaba aquí, en Cuba.

Quería preguntarle también sobre eso…

Sí, esa vez participé en una entrevista con Fidel Castro. Hicimos un viaje por toda la Isla y luego tres noches de entrevista. En el equipo estaban también Frank Markovich, quien era el secretario de prensa de Ted Kenedy, el hermano del conocido presidente norteamericano, y el realizador Saul Landau.

También en esa ocasión conocí a Jerónimo Labrada -actual Director General de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños-. Él grababa sonido para la versión en español mientras yo lo hacía para el inglés.

Esta experiencia tuvo que ver con su participación en El Padrino II…

Creo que de todas formas habría participado por lo que te conté anteriormente, pero sí influyó. Al regresar Walter me dice: Acabas de volver de Cuba ¿no? Sí, le respondí. ¿Y tienes sonido grabado allá? Sí. Entonces quiero que tú cortes todas las secuencias en la Isla de El Padrino II. Y ese fue mi primer trabajo en un largometraje de ficción.

Su obra recurre más a la sencillez que a la grandilocuencia ¿Cómo asumió ese modo?

Trabajé en Fantasy Studios, Berkeley, donde se hacían más dramas que aventuras o filmes de acción. Tal vez por eso me gané la reputación del tipo que pone mucha importancia al diálogo, a las emociones de los actores y con los años esa inclinación se perfiló hasta hacerse oficio.

Debo decirte que de las 170 películas en las que he trabajado solo tres fueron en los Ángeles. He hecho muchos documentales, películas de bajo presupuesto y otras más personales.

Me gusta viajar y enseñar, he estado en muchas ciudades y países. Hace quince años que coordino un curso en la Universidad de Berkeley sobre cómo entender el papel del sonido en una película. Creo que es mi deber trasmitir los conocimientos que he acumulado en mi trabajo.

A la altura de sus 70 años, ¿Está satisfecho con lo que ha logrado?

Estoy muy contento, he tenido bastante reconocimiento del público y de los trabajadores del gremio. Sigo mezclando una o dos películas al año, pero busco lo que me resulte más interesante.

Después de tanto, no es más significativa la película que la gente con quien vas a trabajar. Eso es lo que más me interesa ya, el intercambio, el desarrollo de ideas durante la mezcla…


Más de 170 películas, cuatro premios Oscar, ¿cuál ha sido su clave de éxito?

Estar en el lugar correcto, en el tiempo correcto, con los conocimientos correctos, y mucho de esfuerzo. Siempre aprovecho las oportunidades que me ofrecen, nunca dije no puedo hacer eso. Te confieso que he tenido una porción importante de suerte, pero esa solo se puede aprovechar con conocimientos y trabajo duro. También pongo mucha atención a los detalles más pequeños y a toda la historia a la vez.

¿Va al cine a ver y escuchar sus trabajos?

No, el sonido tiene su mejor versión en la sala de mezcla, cualquier otro espacio va a tener variaciones que afectan el original, siempre hay problemas.

¿Cómo es el Mark Berger espectador?

A mis amigos no le gusta acompañarme al cine, cuando hay algo mal me pongo de pie y hasta voy a la cabina de proyección si es necesario. A veces me han dicho, “le devuelvo el dinero sino le gusta, pero no joda más”.

Cuando regreso al asiento, todos, pendientes de mí, han perdido la mitad de la película.

(Fuente Progreso Semanal)