Aunque llorar –dicen- no es de hombres, yo lloraré y pido a ustedes hombres y mujeres de la América Latina que lloren por la muerte de quien fue un mito principal, de uno de quienes les dieron vida a esa América y su cine.
Él, Julio García Espinosa, quien sacrificó su vida y su arte personal para infundir la esperanza en el de las nuevas generaciones del futuro.
Obligado a ser burócrata por una Revolución que así a veces se contradecía a sí misma, fue un artista liberado y un forjador liberatorio de artistas a nivel no sólo cubano, sino latinoamericano (africano, asiático e internacional).
Sustituyó el creador solitario que duerme -y sueña- en cada uno de nosotros por el creador colectivo; también, el cine de autor por el cine de un proyecto común (comunitario, comunista y feliz-mente compartido); también, el cine “perfecto” de la distopía hollywoodiana por el cine “imperfecto” de nuestra cotidiana utopía latinoamericana.
La originalidad, transgresión e irreverencia de sus ideas (de su ideología, de sus films: “El Mégano”,”Las aventuras de Juan Qinquìn”,”Son o no son”, de su Presidencia del ICAIC,de su Direcciòn de la EICTV que compartimos con él y Gabomago y la horda primitiva de compañeros y compañeras del Nuevo Cine Latinoamericano, señalan la brújula imantada de un movimiento audiovisual de la imagen en movimiento deconstruida y reconstruida, una de las más determinantes entre los movimientos de vanguardia cultural a mitades del siglo XX (mayo del 68, revolución sexual del orgón, llegada del astronauta a la luna…). Todo lo que entonces era sólo sueño, proyecto, utopía y hoy realidad (que ha perdido y pierde sus huellas más de una vez por los muchos caminos de los jardines que la imaginación bifurca) concretó su obra.
Antidogmático, jodón, gozador , siempre sonriente, el mejor responso luctuoso en su memoria es cantar fuerte aquel eslogan popular que tanto le hacía sonreír y reír: “A cantar y bailar juntos con la Sinfónica Nacional”.
Julio, hermano:
Ahora, sonríe en paz.
FERNANDO BIRRI
Roma 13 de abril 2016