Ayer en la tarde, en el cine Chaplin, el ICAIC organizó sobrio homenaje al recientemente fallecido cineasta y pensador Julio García Espinosa. El Dr. Armando Hart Dávalos y el cineasta Jorge Luis Sánchez legaron dos mensajes que, por cortesía de Lola Calviño, viuda de García Espinosa, reproducimos a continuación.
JULIO EN MI RECUERDO: MENSAJE DEL DR. ARMANDO HART DÁVALOS
Apreciada y muy querida Lola, familiares, amigos, compañeros y colaboradores de Julio, junto al que libré tantas batallas por hacer avanzar el arte y la cultura en nuestra patria y por eso deseo, con el permiso de Lola, hablar de Julio, a quien llevaré por siempre en mi memoria y es a quien extraño, desde hace muchísimo tiempo.
No puedo olvidar que en aquellos años febriles de nuestro paso por el Ministerio de Cultura, Julio estuvo allí, prácticamente, todo el tiempo y, cómo no recordar, a quien no solo estuvo allí, sino que fue uno de los responsables, en buena medida, de toda la base teórica y cultural que le dio forma y sustento a nuestra práctica cultural, desde la fundación misma del Ministerio de Cultura y, desde luego, cómo no recordar, lo que significó e hizo Julio, a favor de la creación de un cine nacional que se insertó con voz propia en la cinematografía latinoamericana y mundial. Porque obviamente, no podrá escribirse la historia del cine cubano y latinoamericano, sin llevar a sus planos más elevados, el nombre de nuestro Julio; el que reunió esa doble y hasta hoy poco común condición, de incorporar a su talento y actividad práctica como realizador y director, una indiscutible obra de aporte teórico al arte cinematográfico en particular y a la cultura en general, la que expresó en sus prolijos y bien reconocidos textos y ensayos de su fecunda labor. Por eso, debo reiterar, que propiamente, en el Ministerio de Cultura, fue muy provechoso su desempeño, porque también fue un indiscutible generador de iniciativas y nuevas ideas, como el gran creador y promotor que fue.
Cuando hablamos de Julio, estamos hablando del cine cubano que propició la creación de esa escuela artística cinematográfica de reconocido prestigio nacional e internacional, que solo ha sido y puede ser fruto de la Revolución de Martí y Fidel, a la cual tributó el enorme talento artístico, creativo e intelectual de Julio. El artista que ya alcanzó un puesto de honor en la historia del arte cubano, latinoamericano y universal. En ese sentido, no olvidemos que la creación de un movimiento estético, como es el Cine Cubano, requirió de elementos de pensamiento, abstracción y análisis, acompañados de una tenaz búsqueda de caminos desconocidos y de una indagación infatigable sobre rasgos que muchas veces están dispersos en el pensamiento teórico cultural. Todo ello demandó, asimismo, de una concepción en cuanto a la promoción, la exaltación y la defensa del talento creador.
Sin el pensamiento y la concepción, sin la tenacidad y la audacia en la experimentación, y sin la búsqueda infatigable de caminos desconocidos no hubiera sido posible crear un movimiento artístico-cultural que afirmado en el inmenso arsenal de la cultura cubana y latinoamericana, fuera capaz de proyectarse con un matiz propio, con una fisonomía peculiar, en el ámbito del cine internacional, como lo hizo el cine cubano, al cual tributó la vida y la obra de Julio.
Y, cuando medito en todo ello, desde luego, que recuerdo a Julio, el inquieto y el tenaz, el agudo y el perseverante pensador; porque su cultura y su gracia cubana, hicieron posible que siendo tan criollo, analizara los problemas de fondo que nos plantea el desarrollo cultural y luchara decididamente contra cualquier manifestación de mediocridad, facilismo, superficialidad, banalidad y demagogia pseudo cultural, para atender con exquisito cuidado los gustos del público, sin hacer concesiones al populismo vulgar y ramplón y procurar la exigencia estética como uno de los principios rectores de la Política Cultural.
Julio de igual modo, contribuyó al fomento de la crítica al estilo martiano, la cual es tan necesaria en todos los procesos artísticos y teórico-culturales, así como a la elevación del rigor y la exigencia de lo que debemos mostrar, para que triunfe y pueda ser promovido el arte genuino.
Por eso cuando pensamos en la síntesis de la cultura que ha llegado a expresar nuestro cine, tenemos indiscutiblemente que remitirnos a Julio. Quien, como bien conocemos, llevo adelante no solo su obra creativa, sino que contribuyó a promover y hacer avanzar el trabajo creador de la cultura en el Socialismo, que es ese espacio donde debemos aprender a realizar el difícil esfuerzo de situar las cosas, en este caso me refiero al arte y los artistas en su justo lugar, para que puedan triunfar. Esa fina sensibilidad de nuestro inolvidable amigo, posibilitó hacer más comprensible las sutilezas más íntimas y profundas de la Política Cultural Cubana de la Revolución. Ello fue posible porque en su vida y en su obra, se destacaron tres elementos esenciales: trabajo, estudio y talento; porque no hay arte sin un esfuerzo de trabajo cotidiano, sin una sistematización de ese esfuerzo, sin un rigor en el empeño creador, sin un estudio sistemático y sin una ampliación de esa cultura; y claro está, que tampoco hay arte sino hay verdadero y autentico talento.
Muy querida Lola, recordaras que en aquellos años de febril laboriosidad en el movimiento artístico e intelectual cubano en general, juntos trabajamos sin descanso, repito, para hacer avanzar nuestra auténtica cultura por el mundo. En ello, Julio, desde luego, junto a otros destacadísimos compañeros, contribuyó, definitivamente, al desarrollo de las perspectivas y a la explosión de lo mejor de nuestro arte y cultura nacional.
Asimismo, aunque sea en una apretada síntesis como esta, tampoco puedo olvidar que con Julio defendimos la validez de todos los géneros y todas las formas artísticas que tuvieran la calidad requerida. Por cierto que siempre he pensado, que ni antes, ni ahora, existe tal disyuntiva; porque todos los géneros y todas las formas artísticas tienen cabida entre nosotros, siempre que muestren una alta calidad.
Gracias Julio por tu vida dedicada a nuestro pueblo, por regalarnos tu auténtica y preciosa cubanía.
El movimiento artístico e intelectual cubano, no olvidará tus valiosos e invaluables aportes a la Cultura Cubana y a nuestra Política Cultural. Aunque no quisiera decirlo, es así, tu ausencia representa un vacío que no podemos ni llenar y mucho menos olvidar, porque tu vida y tu inmensa obra de creación, estarán siempre presentes en los cimientos mismos de estos empeños de transformación de un futuro superior para nuestros pueblos y países.
Julio, qué falta nos hace tu pensamiento, y como ya ha sido dicho también de nuestra inolvidable Haydee; Julio, qué falta nos hace tu voz.
En el nombre de Eloísa y mi familia, reitero mis condolencias a Lola, a sus familiares y amigos.
Muchas gracias.
RECORDANDO A JULIO (JORGE LUIS SÁNCHEZ)
Andaba yo saliendo de la adolescencia cuando en 1980 compré un pequeño gran libro llamado Por un cine imperfecto. Extrañamente me fascinó aún sin entenderlo en su totalidad, porque sus conceptos eran imágenes para mí; como la de una agónica respiración que tiene que provocar algo demoliendo muros aceptados como verdades. Estoy seguro que fue el libro, que aun en medio de mis afanes aficionados, éticamente marcó mi aspiración de hacer cine en el lugar donde el autor trabajaba: el ICAIC.
Pasados los años heme aquí hablando de un Julio al que recomiendo pensar, y no llorar, porque el valor de su inteligencia es una inmensa columna de la cultura cubana, la artística incluida. Hablo de un Julio incisivo, siempre contemporáneo, capaz de rasgar velos aparentemente inmutables para devolver verdades como estas:
“Mostrar un proceso no es precisamente analizarlo. Analizar, en el sentido tradicional de la palabra, implica siempre un juicio previo, cerrado. Analizar un problema es mostrar el problema. Analizar es bloquear de antemano las posibilidades de análisis del interlocutor. Mostrar el proceso de un problema es someterlo a juicio sin emitir el fallo.
En general el cine se esfuerza siempre —el comercial con menos pudor— en reflejar la vida como momento excepcional. Este es uno de sus grandes y poderoso incentivos. Pero no hay que echarle la culpa al cine. El cine lo único que hace es ratificar un concepto, una actitud que existe ya en la realidad”.
De manera que entre nosotros habitó un ángel que como nadie vio lejos, y a profundidad, la problemática del cine, el nuestro en primer lugar. No se podría entender la grandeza de Alfredo Guevara sin la de Julio. Tan diferentes y tan complementarios. Tan unidos y tan diversos.
La gracia que sobrevive en este lugar, construida también por el grupo que hace El Mégano, Titón en primer orden, su amigo entrañable, él ayudó a diseñarla trabajando en una zona sensible e ingrata como es la formación del recurso más preciado de una industria de cine; los cineastas, particularmente los directores. Sobre ellos ejerció como autoridad artística, liderazgo que hoy echamos de menos. Por eso su nombre está presente, además de en sus películas, en Lucía, La primera carga al machete, Ustedes tienen la palabra, Nosotros la Música, entre otras.
¿Ha muerto un sabio? Sí. Lo puedo demostrar con el siguiente recuerdo; Luego de debatir varias películas entre cineastas le oí arremeter contra el sentido común como procedimiento opuesto a la búsqueda de la verdad en la creación cinematográfica. No fue entendido, más bien ignorado. Era artísticamente suicida asumir la inconformidad de alguien que quería provocar atajos nuevos de participación en el espectador, destruyendo la dramaturgia tradicional. Coherente fue este cineasta cuando escribió que: “El riesgo es la incomprensión y la soledad, pero que lo asumía aunque no le gusten ni la una ni la otra. O que la búsqueda es descubrir lo que existe en lo que todavía no existe”.
Hoy, reconociéndonos en un nuevo escenario, el de la sutil guerra de símbolos, hay que ir a Julio, pues nadie como él entendió que plenitud y revolución pasan por la descolonización de las pantallas para liberar al espectador cautivo de la tontería audiovisual. En tiempos digitalmente revueltos hay que volver a su pensamiento sobre el concepto de cine popular:
“El arte popular no tiene nada que ver con el llamado arte de masas. El arte popular necesita, y por lo tanto tiende a desarrollar el gusto personal, individual, del pueblo. El arte de masas o para las masas, por el contrario, necesita que el pueblo no tenga gusto”.
“Un cine para el pueblo no es aquel que solo devuelve la propia imagen sino aquel que, sobre todo, ofrece la posibilidad de superarla”.
“Creo que estamos cada vez más viviendo en un mundo que trata de ofertar belleza al precio de silenciar la verdad”.
“No acepto que se nos imponga el lenguaje alcanzado por los norteamericanos, —la dictadura estética norteamericana como lo llamara Godard—, como un lenguaje que ha alcanzado la perfección y a partir del cual, solo nos cabe imitarlo”.
Por mi parte me faltó decirte, Julio, ahora cuando nada puede hacerte regresar que no sea disfrutarte en pantalla y leerte en tus libros, que este escrito tiene dos finales a propósito como si fuera un guión convertido en película y tú estuvieras sentado ahí, en el cuarto de edición. Lo más probable es que me tentaras a experimentar, pero no estoy seguro de por cuál de los dos finales te irías
El primero:
Aunque no esté de acuerdo contigo cien por ciento con esta frase, nuestro cine, tu cine, al que tanta bomba y energías le pusiste, siempre sacúdelo con esta idea estremecedora por atrevida, lapidaria y absoluta, punto de partida al fin: “Hoy en día un cine perfecto —técnica y artísticamente logrado— es casi siempre un cine reaccionario…”.
El segundo:
No hay consuelo, Julio querido. Lo sabe tu viuda, tus hijos, tus hermanos y tus otros afectos más íntimos. La muerte es un hecho doloroso, pero irrefutable. Entonces no voy a repetir la beatona y socorrida frase de que no te has ido y que seguirás viviendo en nuestros corazones, precisamente porque dijiste: “Soy un hombre que duda, por tanto no me es fácil alcanzar la paz”.
Muchas Gracias.
(Cojímar, 19 de Abril del 2016)