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Adiós Chantal

8 de octubre de 2015

El pasado lunes se suicidó en París, a los 65 años de edad, la directora belga Chantal Akerman. Nació en una familia judía practicante de Bruselas. Sus abuelos y su madre fueron enviados a Auschwitz; sólo se salvó su madre. La ansiedad materna y el exilio serán temas recurrentes en su filmografía. A los 15 años, tras ver Pedrito el loco, de Jean-Luc Godard, decidió rodar ella misma. Realizó casi 50 filmes, entre largometrajes y cortos de ficción, episodios en cintas colectivas, documentales y algún trabajo para televisión. A menudo, se expresó a través de largos planos secuencia, tan áridos como la propia vida, con los que describió la condición de la mujer y el trauma ligado a la identidad judía, rompiendo con nociones inherentes al lenguaje cinematográfico como la narración lineal o la elipsis temporal. “La gente va normalmente al cine para olvidar por lo menos las dos horas que dura la película; sin embargo, para el espectador de mis filmes ese tiempo pasa en realidad; quiero que se obsesione con él; el que se sienta en la butaca a oscuras y en silencio se da perfecta cuenta de que el tiempo pasa.

En realidad, el cine trata básicamente del tiempo y del espacio; son dos conceptos que me interesan mucho. Intento que mis películas dejen siempre un sitio a la reflexión del espectador. En este sentido, se puede decir que mi cine es agresivo, porque hace tomar postura al espectador”, dijo en una ocasión.

Para ella, que honró a la EICTV con su presencia, un beso tierno y doloroso, y el agradecimiento indeclinable por sus obras, que tanto nos acompañan, para que ella permanezca, siempre.

“Supongo que hombres y mujeres hacen cine de una forma distinta, aunque no podría decir cómo haría yo una película si fuera hombre. Cuando trabajo me concedo a mí misma una completa confianza, por eso creo que el cine que hago está muy cerca del cine que sueño. Cuando hago una película no pienso en el público, sino en hacer la película lo mejor posible. El objetivo de mis películas siempre es el mismo: la propia expresión. En un momento intenté dejar de lado la ficción y cambiarla, quizá, por la realidad, pero me di cuenta de que esto era imposible”.