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La EICTV ya recuperó su belleza.

15 de septiembre de 2017

La EICTV ya recuperó su belleza y bregar cotidianos. La mayoría de los alumnos retomaron las clases y otros esperan ansiosos a sus maestros.

Cayó algún que otro árbol y las hojas cubrieron la extensa área de jardines de la Escuela, los pasillos y penetraron en cualquier recoveco impulsadas por la fuerza del viento.

Nuestros alumnos y profesores extranjeros, primerizos en recibir huracanes, fueron muy cuidadosos y colaborativos. No sólo acataron todas las disposiciones (algo difícil cuando se trata de jóvenes inquietos y creativos); sino que además ayudaron a proteger las instalaciones y las propiedades de sus compañeros ausentes.

Cuando el aire comenzó a silbar  más agudo que de costumbre, ingresamos a la Sala Glauber Rocha como habíamos previsto. Allí dentro (piscolabis mediante)  conversamos, leímos, vimos pelis,  jugamos, dormimos y roncamos  juntos sobre la alfombra roja desgastada por nuestros pasos y los años. El dominicano José Gregorio dijo “qué buena está la piyamada” y el hijo pequeño de Pilar, la profesora colombiana de fotografía, aseguró que estaba pasando “la mejor noche de su vida”.

El televisor encendido en todo momento. Atentos a las informaciones de la Defensa Civil, los partes del Instituto de Meteorología, del Dr. Rubiera  y las imágenes de Cuba arrasada por la ira del viento y el mar incontenible.  A mi lado Jero, Medina y Lazarito muy preocupados. ¿Y quién no?

José Zadiel y Pablo, ambos Hernández, alumnos de 3er año, nos sacaron del bache, de la angustia y nos entretuvieron con una improvisación simpática, cinematográfica y académicamente correcta: “Buscando a Irma”.  Oportuno y ocurrente Pablito, a quien llaman Pablete, preguntó si yo era la mala de película. Seguro que sí, pues les hice saber varias veces que todas las orientaciones eran de obligatorio cumplimiento.

Para subrayar la agonía hubo problemas eléctricos en la Glauber, perdimos la ventilación y la temperatura subió, sin piedad, la humedad y el pegote  de la noche huracanada.

Al día siguiente en la mañana colapsó el generador por desgaste. (“El tiempo es implacable.”) Nos vimos obligados a conectar la plantica de producción, la de los rodajes, para dar electricidad a los equipos de refrigeración y preservar los alimentos, para cocinar y alumbrar el comedor, de 5.00 a 10.00 porque no daba, ni da para más.

Nos preocupaba también la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y la casa de protocolo, la del director general, que está en el Municipio Playa, en la misma línea de la costa. ¿Flotará encima de las olas?  ¿Y los dos compañeros del cuerpo de vigilancia y protección? ¿Qué será de ellos? Al menos mantuvimos la comunicación hasta que se descargaron los celulares. Habíamos tomado muchas medidas, entre ellas retirar las paredes de cristal para cederle el paso al mar, evitar cualquier obstáculo que pudiera impedir que el líquido fluyera, entrada y salida. Inicialmente pretendimos cubrir los vidrios con madera, pero no teníamos suficiente, preferimos dejar las tablas en la Escuela para cerrar los pasillos y garantizar los ejercicios de dirección de arte. En este caso nos salvó la carencia. No se rompió ningún cristal. Sin embargo, el mar arrancó la baranda de madera preciosa, otrora colocada para impedir la caída de algún niño travieso o de cualquier aficionado a licores y brebajes. También arrastró, a no se sabe dónde, el muro lateral de mampostería,  la ducha exterior y puerta del garaje. Levantó el piso del pasillo del ala izquierda, dejando un gran agujero desde donde se podrá ver el mar cuando crezca, y nos regaló un montón de arena fina, piedrecitas, esponjas, algas… y agua, mucha agua para cubrir las plantas, la calle y la acera.

Los que aquí estuvimos antes, durante y después de Irma, todavía hoy, guardamos con recelo el desasosiego y la aprensión por nuestras familias en casa, por las madres y los hijos, quienes nos exoneraron de nuestros deberes allá, para poder asumir nuestros deberes aquí. Tal vez algún esposo o esposa posesivo no llegó a entender semejante devoción, pero de igual modo contribuyó a cubrir la retaguardia.

Por suerte, por responsabilidad y previsión, salimos de este o de esta. No sé.  El Huracán/Irma.

Gracias a todos los trabajadores de la Escuela, a los compañeros de la administración, de servicios generales, seguridad, mantenimiento, hostelería, alojamiento, limpieza, cocina, comedor, transporte, consultorio médico, producción, cultura, a los profes, a Jerónimo por su insistente preocupación y desvelo, y a los alumnos asombrados por la velocidad del viento. Gracias, muchachos, por el respeto y la precaución.

Ahora, nuestra solidaridad y mejores deseos para todos los cubanos y caribeños perjudicados por la fuerza destructiva del Huracán Irma. Ayudémoslos. Nos necesitan.

Susana Molina Suárez

14 de septiembre de 2017