José Luis Guerin, uno de los documentalistas españoles más reconocidos de la actualidad, pareció sentirse en la EICTV tan cómodo como en su propia casa, cuando volvió hace poco más de dos semanas con el fin de tutorear las tesis documentales del presente curso. Poco antes de marcharse, el cineasta accedió a compartir su impresión acerca de las experiencias que le dejó la institución académica durante su tercera visita.
De acuerdo con el director de En construcción, su labor fue un trabajo muy grato “pues se trató nada menos que de expandir un pensamiento de cineasta, de imaginarme en las películas que los estudiantes van a hacer y ayudarles a que las solucionen mejor. No son clases, realmente mi comportamiento es el de un cineasta que habla sobre sus proyectos con otros cineastas”.
¿Siempre ha venido a la EICTV en estas funciones?
Salvo un año en que estuve como jurado de las tesis.Recuerdo que, en esa ocasión, los evaluadores fuimos bastante críticos; pensábamos como espectadores de cine exigentes. Y de alguna manera, eso te ayuda a repensarte como persona y cineasta; lo cual fue muy estimulante y para nada autocomplaciente como ocurre en muchas escuelas, en que los trabajos de sus estudiantes son usados como autopromoción, para ensalzar las virtudes de los ejercicios.
¿Qué diferencias percibe entre esta escuela y otras del resto del mundo?
Esta es mejor.
¿Por qué lo dice?
Una gran parte de las escuelas que he conocido existen nada más para servir al mercado. Diría, incluso, que los estudiantes que eligen esta escuela, piensan en otros términos, no aspiran a entrar rápidamente a una industria. Eso será si acaso una consecuencia. Ellos se acercan al cine buscando una escritura y por supuesto una forma de vida; pero la mayoría anda lejos de lo que se conoce normalmente como mundo del cine, en su vertiente glamorosa e industrial. Es extraordinaria la variedad de perspectivas de aquí. Si uno analiza los documentales que salen de esta escuela cada año, se perciben escrituras muy distintas. Tal vez, un alumno presenta un trabajo con materiales de archivo, mientras otros trabajan el activismo político, un diario introspectivo o el ensayo documental, entre otras variantes.
¿Nota muchas diferencias en los métodos de enseñanza aplicados en la EICTV con respecto a otras instituciones similares?
En la Escuela caben las miradas singulares y disidentes. Buena parte de la pedagogía de hoy se destina a nutrir las televisiones. Hay unas formas con las que yo soy muy crítico por cómo se desarrollan en muchas partes de Latinoamérica como son los pitchings, una palabra que detesto. Lo que ocurre con esto es que a menudo se trae a funcionarios de televisoras europeas y directivos de programas bastante mediocres, como si fueran eminencias, y se les escucha como a cardenales. Pero ellos lo que dicen es lo que le dictan los intereses de sus televisiones; y no puede ser que la formación de un cineasta quede replegada a ello. Por eso es muy importante para mí que la EICTV siga fiel a los principios de quienes la fundaron, que sea la escuela de todos los mundos y no de los mercados.
En el caso del documental que, al menos en América Latina se ha percibido casi siempre como una herramienta para el cambio social y arma de lucha ideoestética, ¿considera usted que debe tener una marcada función social?
No estoy de acuerdo del todo con esa idea del documental social que debe cambiar el mundo, creo que ese compromiso debe estar también en la ficción. No veo ningún motivo por el cual el documental tenga un plus de responsabilidad. Para mí no es más que una manera de contar historias, donde caben muchísimos registros distintos. Esa era más bien una idea de los 60´s. Hoy creo que es más complicado, lo cual no quiere decir que, al igual que la ficción, tenga siempre una perspectiva fuertemente política.
De hecho, no diría siquiera que el documental sea un género, lo considero como un cajón de sastre donde va a parar todo lo más o menos inclasificable desde la ficción. Es decir, si establecemos un paralelismo con la literatura, sería como decir que la novela tiene su equivalente en la ficción. Sin embargo, ¿dónde estarían el periodismo, el ensayo, el panfleto político, las memorias, las biografías, los libros de correspondencias? Hay un gran vacío teórico en ese sentido, del cual también nos beneficiamos de cierta manera, porque al estar poco pautado, tenemos más libertad.
¿Cree en la objetividad?
La objetividad es una retórica, que puede ser muy atractiva. La he utilizado en ocasiones, pero siempre consciente de que es una manera de contar y que vincular eso a una noción de “verdad”, puede ser muy peligroso. Recuerdo a Chris Marker, cuando a la fórmula de cinema verité, de Jean Rouch, propuso “cine + mi verdad”.
¿Tiene algún proyecto que nos pueda adelantar?
Sí, siempre acaricio alguno. Tengo un guión en estado embrionario que pretendo rodar en Europa y una idea para un documental sobre la radionovela cubana. Pero todavía no ha pasado de ser una idea demasiado vaga.