Por: Catalina Rojano Ovallos
La cinematografía del Caribe colombiano se ve representada a partir de la obra de cineastas como Roberto Flores Prieto –uno de los directores más prolíficos de la Costa-, quien a través de sus películas rinde un tributo al lenguaje, la cultura y los espacios que caracterizan a la región. En el marco del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (Ficci), Flores Prieto habló con EL HERALDO acerca del panorama actual de la realización cinematográfica en Colombia y en el Caribe, el proceso de descentralización del cine en el país, y de su filme más reciente, Ruido rosa, que este año lo hizo merecedor del Premio India Catalina a mejor director en la categoría Cine Colombiano.
¿Qué tan propicio considera que es el país para hacer cine?
Siempre me ha molestado la gente que mitifica demasiado el hacer cine y que lo dice como si fuera algo imposible, pero también la gente que es demasiado ligera y se expresa de hacer cine como si fuera algo demasiado sencillo. Creo que no es ni lo uno ni lo otro, no hay que ponerle tanto misterio, pero tampoco hay que banalizar. Realizar cine tiene dificultades, por supuesto, y en el país más, pero estamos en un muy buen momento. Creo que la filmografía colombiana cada día es más robusta y en términos de cantidad y calidad, cada día estamos mejor.
Con sus películas Cazando Luciérnagas y Ruido rosa ha hecho un recorrido por diversos festivales de cine del mundo. ¿Cómo cree que evalúan a la cinematografía colombiana en el exterior?
Yo llevo dos años o más girando por el mundo con mis últimas dos películas -por los cinco continentes- y es increíble el interés que hay por Colombia y por su cine en el extranjero. Hay mucha curiosidad por saber qué es lo que está pasando acá, por qué aquí se están haciendo tantas cosas y también hay un gran respeto por nuestro trabajo. Creo que de las cinematografías emergentes en Latinoamérica, la chilena y la colombiana son las más respetadas en este momento en el mundo. En el país tenemos una de las mejores leyes de cine del mundo, la Ley de Cine 2, que solo es equiparable a la de Nueva Zelanda y Puerto Rico.
¿Y cómo cree que es la receptividad del público colombiano frente a las producciones fílmicas que se hacen en el país?
Estamos en un momento muy difícil en nuestra relación con el público, y ahí es donde creo que los creadores, los distribuidores, exhibidores, los medios de comunicación y el Estado -en especial- tienen que ser más generosos. Se tiene que entender más lo que está sucediendo en materia de cine en Colombia para fortalecer nuestra industria audiovisual. Creo que hay un poco de egoísmo y de ignorancia que hace que se debilite la industria, lo cual es trágico porque un país sin cine es un país sin espejo, sin identidad. Nosotros no podemos permitir que la única forma de expresión audiovisual sea la telenovela.
Háblenos sobre Ruido rosa…
Es una historia de amor con la particularidad de que es un amor en el último tercio de la vida. Sus protagonistas son personajes maduros, a mi juicio muy poco televisivos o ‘televisables’. Hoy la publicidad, la televisión y cierto tipo de cine casi que relegan el amor a jóvenes bellos, rubios y con abdominales. Ver a personajes cercanos a sus 60 años como Carmen y Luis –protagonistas del filme-, llenos de vida, deseando amar y ser amados, me parecía bello. Y eso es básicamente Ruido rosa: Carmen es la ‘todera’ de un hotel ‘venido a menos’ en el centro de Barranquilla y está aprendiendo inglés con unos audiocursos, con el sueño de irse a Estados Unidos donde un hermano. El día que se le daña la grabadora y busca quien se la repare, conoce a Luis y ahí empieza una historia de amor.
La película fue grabada en Barranquilla, ¿cómo fue la experiencia de hacer cine en su ciudad natal?
Hay una cosa muy particular con mi trabajo y es que siempre que pongo la cámara en Barranquilla la gente me dice que no parece que fuera la misma ciudad. Creo que hay cierta visión sesgada de lo que es el Caribe, de lo que es Barranquilla, no solo desde afuera sino al interior de la ciudad. Barranquilla es una ciudad compleja, construida a partir de la migración, de la pluralidad y de la multiculturalidad. Con el hecho de ser barranquillero, el producir allá ha significado para mí ir ganando credibilidad -que no es fácil precisamente por la carencia de largometrajes en nuestra región-.
¿Y considera que sí hay una puerta abierta para que entren nuevos talentos y realicen producciones de ese tipo?
Creo que este es un buen momento, pero aún es frágil, hay que consolidarlo, fortalecerlo y trabajarlo más. Hay muchos jóvenes haciendo cosas interesantísimas. Y yo me siento a veces con la responsabilidad y con el deber de estar tratando -al igual que Pacho Botilla- de abonar un poco el terreno para los que vienen. Me siento orgulloso de ser del Caribe, estoy comprometido con la construcción de industria audiovisual en la región, y se ven cada vez más en nuestras películas personales más propios, toca importar cada vez menos gente, y hay personas apostándole a quedarse en la ciudad para construir desde ahí. Ahora tienen más o menos trabajo -con un mínimo de volumen y de producción- que les permite quedarse, porque antes solo había talentos fugados.
¿Cómo ve la cinematografía del Caribe colombiano?
Es increíble lo que ha estado sucediendo en los últimos años, porque en más de un siglo de existencia del cine, hasta hace 4 años solo había 5 largometrajes costeños que eran: La boda del acordeonista y Juana, de Pacho Botilla; El último carnaval y Siniestro, de Ernesto McCausland; y Heridas, mía. Pero en los últimos 3 años, yo he filmado tres películas, Pacho Botilla volvió con El faro, Iván Wild hizo Edificio royal, y se empezaron a hacer los primeros services, como Crimen con vista al mar, que es una película española pero se hizo con mucho talento costeño. Hay que seguir trabajando para que eso se multiplique, para que nuestro talento pueda seguir quedándose en la región.
¿Cómo le ha ido en el Festival de Cine de Cartagena, cómo ha sido la experiencia con Ruido rosa?
Venimos ya de 7 países. El año pasado estuvimos en Shanghái, en Karlovy Vary (República Checa), en Chicago, en Santiago de Chile, Mar del plata, Huelva y Manchester y ahora aquí en Cartagena. Este era un Festival que, por razones que no conozco, había sido un poco esquivo a mi obra, entonces es una gran satisfacción estar aquí este año. Fue muy bella la premier de Ruido rosa, superó mis expectativas la forma como la gente se conectó con la película. Estoy feliz porque es una satisfacción conectar afuera del país, pero más satisfactorio aún es hacerlo en ‘tu casa’.
¿Considera que como cineasta debe cumplir alguna misión de tipo formativo o educativo a través de sus películas?
No, pero eso no quiere decir que no suceda o que no me agrade que pase. Yo creo que el contador de historias tiene que ser amoral. Porque cuando abordas los personajes no los puedes juzgar, no importa que sea un asesino en serie. No puedes abordar una película o una historia pensando que vas a dejar una moraleja y que vas a enseñar a los seres humanos a ser mejores. Yo a lo que aspiro es a ser lo más honesto posible, a tratar de abordar la humanidad en cada personaje de la forma más veraz y cálida y justa posible y en ese proceso si alguien se siente tocado y si alguien mejora como ser humano, eso es como un plus, una ‘ñapa’ hermosa.
¿Cree que el cine colombiano sigue siendo centralizado o ya se ha cambiado esa realidad en los últimos años?
Creo que estamos viviendo la etapa menos centralizada de nuestro cine, aunque todavía lo sigue siendo un poco. Aunque Colombia es centralista, creo que si hay algo bello e interesante del cine colombiano en este momento, es el país que se está mostrando a través de sus películas. Mucha gente critica el cine colombiano, pero no conocen la producción cinematográfica de los últimos 5 años, en la que se encuentra de todo. Hay un esfuerzo muy importante por parte de nuestros cineastas de contar el país de diversas maneras, algo que creo es muy importante porque –aunque parece mentira- los colombianos no conocemos Colombia, no dialogamos entre nosotros.
¿Qué fue lo más satisfactorio de grabar Ruido rosa?
Ruido rosa fue la preproducción más dura que he tenido en mi carrera, en algunos momentos pensé que no iba a poder filmar la película. Desde dificultades financieras, hasta cosas de locaciones, todos los días pasaba algo. Pero a la vez fue el rodaje más fluido, más cómodo y más hermoso en términos de la relación y de conexión con el equipo de trabajo. En todos los rodajes yo trato de construir espacios de trabajo en los que haya esa conexión. Junto a Iván Wild, director barranquillero, decíamos en una época que no era gratuito que el cine fuera inventado por dos hermanos -los Lumiere-, porque hay un tema de hermandad muy fuerte en el hecho de hacer cine. En ese sentido, Ruido rosa fue la máxima expresión de la hermandad.
¿Qué significa el cine para Roberto Flores?
El cine a mí me ha dado todo, incluido mis mejores amigos, una familia más allá de mi familia. No estoy haciendo cine para ser famoso ni para hacer dinero -y no tengo problema en que haya gente famosa y con dinero-, yo solo quiero expresarme con a través de él; porque el cine para mí es un vehículo, una forma de tratar de entender un poco más a los seres humanos y de entenderme a mí mismo. Y en ese sentido creo que el viaje hasta ahora ha sido maravilloso en mi carrera.
¿Qué proyectos está desarrollando ahora?
Acabo de terminar mi primera película por encargo, para Caracol –con Dago García-, que se llama Vivo en el limbo, inspirada en algunas canciones de Kaleth Morales. Me interesó tener la oportunidad de contar una historia de ese tipo de otra manera, con otra mirada, porque creo que la televisión nos ha hecho mucho daño en el Caribe -con la imagen errada que venden de ‘costeño’-. Vamos a ver qué resulta de esa película que se estrena en agosto, en la que gran parte del material es muy personal. Escribí la película con Carlos Franco -con quien he escrito todo- y fue como si fuera un filme de producción propia, con la gran diferencia de que ellos tienen el corte final del filme.