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Origen y secuencia de la cinematografía nacional

23 de octubre de 2017

En este mes de octubre fueron entregados los premios nacionales de la crítica literaria de este año a diez libros del año 2016, los cuales fueron reconocidos por un jurado especializado que enalteció no solo la calidad escritural de los mismos sino sus aportes temáticos y conceptuales en favor de la cultura cubana. De seguro quedaron otros textos y autores de enorme valor. Pero solo tenían que seleccionar diez. Las decisiones llegaron a un consenso. No es preciso discutirlas ahora ni después. De los merecedores del preciado galardón está el intelectual Luciano Castillo por su obra de cuatro tomos Cronología del cine cubano (Ediciones ICAIC), la cual ha sido realizada en coautoría con el desaparecido investigador Arturo Agramonte.

Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, es autor de muchos artículos y libros sobre el cine internacional y cubano. Castillo, quien ha desarrollado un ojo crítico desde temprana edad, prefiere y ama la entrevista (género que se le da muy bien) y la investigación historiográfica, que es la suma de las interpretaciones, la cual le permite tributar a la historia ordenándola y valorándola. Ahí radica el gran valor de Cronología del cine cubano, los cuatro tomos que evidencian además de la afición por el cine nacional, la paciencia a la hora de confrontar diferentes fuentes y darles un orden para aquel que desee buscar un dato preciso en determinada época y hasta un criterio a propósito.

Una cinematografía, sea del país que sea, puede pasar al olvido con la llegada de nuevas obras de noveles o reiterados autores. La repercusión de un audiovisual no queda nunca de boca en boca, así el material haya tenido éxito de público y de crítica; así goce de la categoría de clásico. Gracias al trabajo de los críticos y de los investigadores que comparten sus conocimientos a través de la palabra escrita es que el cine de un país también perdura. Ante la Cronología del cine cubano en cuatro tomos de Luciano Castillo y Arturo Agramonte solo queda decir la palabra corta pero más espléndida de todas: gracias.